Volver a donde nunca me fui
Desde TC Clase B relato de Juan Camilo Bueno
TC Clase B fue el escenario para el emotivo relato que nos comparte hoy el piloto Juan Camilo Bueno. Buena pluma… buen volante.
Volver a donde nunca me fui. ¡TC 2.000 mi casa, mi pasión!
Todo comenzó con un Renault 18 y un hijo de 13 años con el que tenía que encontrar una pasión en común entrando en la difícil pubertad. Lo que no sabía es que con el tiempo el que se encontraba la pubertad del automovilismo era yo. Inicié en el TC 2.000 como un sueño aplazado que tenía muy en el fondo de mi corazón como muchas personas que leen esta nota hoy y que por mil circunstancias lo han aplazado. Cuando el Renault 18 estuvo listo para salir a pista le coloqué el número 41 que era mi edad para acordarme de no volver a aplazar mis sueños.
Lindas épocas la del TC de hace 19 años, lleno de enseñanzas, adrenalina, familia, amigos de la vida, récords (49 carros sobrepasados en una carrera) y lo más lindo hijos conmigo en esta pasión que entró en las venas y no hubo forma de sacarla.
Con el tiempo cambié de carro y armé un lindo Mazda 626 que pasó por todos los colores y patrocinadores. Con él, un día de cumpleaños me di la dicha de ganar una carrera de TC 2.000. La celebración más especial de la vida con champagne abrazos y risas.
El tiempo pasó y llegaron nuevas tecnologías, nuevos motores y nuevas marcas que se requerían para estar vigentes y pasamos a Honda Civic y Renault Megane 3. Pero lo más importante, mi hijo, el de 13 años comenzó a correr conmigo. El en TC Junior y yo en TC 2.000 éramos felices y lo sabíamos, disfrutamos cada carrera y el viejo Mazda sirvió de escuela de Juan Felipe con estos colores y esos patrocinadores.
Un buen día nos inventamos llevar el TC 2.000 a Cartagena y fuimos con Ricardo Soler a probar esta locura de la cual queda una fotografía como lindo recuerdo. Sí se puede y se podrá cuando la burocracia lo permita.
En esto se fue convirtiendo el viejo Mazda hasta que alguien lo compró ante las dificultades logísticas de tenerlo y mantenerlo. Con mucha tristeza lo dejé ir por tantos momentos lindos y alegrías que pasamos juntos pero la modernidad así lo exigía.
El tiempo pasó y las dificultades de salud también llegaron dejando el automovilismo con todo pesar a un lado, pero seguros de que algún día regresaríamos. Vimos muchas carreras, acompañamos y entrenamos muchos pilotos que nos dieron el ánimo de regresar y por vueltas de la vida apareció el dueño del Mazda que lo había abandonado en un garaje prácticamente desde que lo compró. Así lo recogí, en un estado lamentable, caído y el reto de recuperar este viejo compañero de batallas con el reto de regresar dos viejos a la pista; él y yo.
Labor ardua que gracias a Bellpi, Liqui Molly y CDA Movilidad, a Milton Lovera y su taller, se logró de forma impecable, gracias a Kaos Design y todo el amor y apoyo de la familia que volvía ver brillar los ojos de la emoción de regresar a las pistas.
No era una decisión fácil y menos viviendo prácticamente en otro país, haciendo todo a control remoto y así como se alistaba el auto se ponía en forma el piloto.
¿Por dónde comenzar? Pues por el principio, inscribiéndose en TC Clase B para aprender lo que no se había olvidado, para regresar a que la adrenalina corriera a la par de la velocidad y para entender que nunca nos debimos de haber ido. ¿El resultado? El mejor… Todo falló el sábado y parte del domingo, pero cuando funcionó rompimos el tiempo de TC Clase B y los comisarios nos pasaron por reglamento a TC Clase A, con el consabido reto de la categoría más aguerrida y dura de todo el TC 2.000 donde no se regala un metro de pista. Partimos de últimos en el puesto 29 y terminamos en el puesto 14 pudiendo seguramente llegar más lejos pero un par de accidentes y safety car terminaron con este lindo reencuentro con la pasión que nos une.
Hoy está así (foto) mi lindo y renovado Mazda que estoy seguro de que si pudiera hablar en vez de rugir estaría diciendo lo que digo yo …. Que feliz me siento de ser del TC 2.000.